Cinco maneras en que el estrés reduce la esperanza de vida (¡y ni siquiera te das cuenta!)

El estrés es ese momento que nuestros cuerpos perciben como una amenaza. Puede asociarse con algo muy bueno, como el nacimiento de un hijo, o malo, como un accidente. Pero no sólo los acontecimientos extraordinarios se caracterizan de esta manera. En la vida cotidiana, un informe con plazos ajustados, el lloriqueo del jefe o el olvido del niño en la escuela, por ejemplo, puede desencadenar una serie de mecanismos fisiológicos que alteran la respiración, el equilibrio hormonal, los latidos del corazón e incluso su inmunidad. Su cuerpo incluso se adapta bien a esto a veces, el problema es que, a la larga, los estudios demuestran que el tiempo de vida puede reducir unos cuantos años de su vida. No es que el estrés mate a una persona inmediatamente, sino que causa una serie de reacciones físicas y emocionales que desencadenan problemas que pueden conducir o acelerar la muerte, o anticipar el envejecimiento. Para entender mejor cómo funciona cada mecanismo, a continuación las formas en que el estrés tiene que abreviar su vida. Echa un vistazo:

Induce hábitos poco saludables

¿Alguna vez ha notado que después de un día muy estresante es común que ese deseo de comer algo sabroso y por lo general muy calórico? En algunos casos, la necesidad de relajarse también puede significar exceso de alcohol, cigarrillos, drogas controladas o drogas ilícitas . Esto sucede como una forma de compensación al cerebro, una especie de anestesia de estrés causada al cuerpo durante un episodio de estrés. Una persona más ansiosa normalmente necesita un bono oral, por lo que puede estar, por ejemplo, pellizcando alimentos con demasiado sodio, azúcar y grasa, que no son muy nutritivos. Otra posible explicación es que el estrés cambia los niveles de cortisol, responsable, entre otras acciones, de nuestro apetito. Con este mecanismo desequilibrado, es más fácil comer en exceso, lo que a la larga puede resultar en más kilos en la balanza. Lo que los estudios muestran es que la obesidad, a su vez, aumenta las posibilidades de tener hipertensión y diabetes tipo 2, y puede significar una reducción de 10 años en la esperanza de vida. Por otro lado, los que beben mucho en la hora feliz pueden vivir cuatro o cinco años menos que los que prefieren tomarse las cosas con calma en el bar.

Afección del sistema inmunológico

Un estudio publicado en 2012 en PNAS (acrónimo en inglés de Annals of the National Academy of Sciences of the United States) mostró que el cuerpo de un individuo estresado tiene una respuesta inflamatoria mayor que los demás. En la práctica, esto significa que hay más posibilidades de un resfriado, por ejemplo. Esto sucede porque entre las hormonas liberadas por el estrés se encuentran la adrenalina, que pone a nuestro cuerpo en alerta, y el cortisol, responsable de equilibrar ciertas funciones del cuerpo, como las acciones antiinflamatorias, el metabolismo de la glucosa y el apetito, como ya hemos dicho. El problema es que en exceso, el cortisol suprime las respuestas del sistema inmunológico, haciendo que el cuerpo sea más susceptible a la enfermedad. Las investigaciones demuestran que existe una relación entre un episodio importante de estrés y el diagnóstico de cáncer en un intervalo promedio de 24 meses. Esto no es una coincidencia, ya que el estrés afecta al sistema inmunológico, que no actúa tan bien contra las células cancerosas, virus, bacterias y otras amenazas para la salud.

Afecta al sueño y a la memoria

Como ya hemos dicho, el estrés crónico altera los niveles de cortisol, que, entre otras cosas, es el responsable de regular la calidad de nuestro sueño. El problema es que, según una investigación coordinada por la bioestadística Laurel Finn, de la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, la mortalidad es tres veces mayor entre las personas que tienen insomnio. Algunos estudios muestran que durante el sueño el cerebro realiza algunos procesos de limpieza, eliminando los residuos que se acumulan. Cuando la persona no alcanza todas las fases del sueño, puede acumularse y facilitar la aparición de enfermedades neurodegenerativas. Los episodios también reducen la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para adaptarse y hacer nuevas conexiones, dañando la memoria. Un ejemplo de esto es un estudio publicado en la revista Nature en 1998, que mostró que después de 30 minutos estresados por una descarga eléctrica, las ratas no podían recordar haber dejado un laberinto.

Daña la salud mental

Una investigación publicada en la revista científica Biological Psychiatry en 2012 mostró que el estrés hace que el cerebro se contraiga, reduciendo la capacidad del individuo para enfrentar la adversidad , además de un efecto de reducción de la neuroplasticidad. Además, el estrés disminuye los niveles de serotonina (una hormona asociada con sentimientos de bienestar), aumenta las posibilidades de depresión y trastornos de ansiedad como fobias y ataques de pánico. Este cambio hormonal modifica la regulación del estado de ánimo, por lo que es muy común que estas personas no puedan relajarse y disfrutar. La consecuencia puede ser la soledad y el aislamiento, pero también la dependencia química, los trastornos alimentarios y el suicidio, entre otros comportamientos autodestructivos.

Aumenta las posibilidades de enfermedad cardiaca

Cuando usted tiene un episodio de estrés, hay un aumento en la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Con el tiempo, el cuerpo entiende que lo peor ha pasado y comienza a volver a los niveles normales. Sin embargo, cuando estas situaciones se vuelven frecuentes, el cuerpo pierde gradualmente su capacidad de adaptación y el resultado puede ser hipertensión. Otro factor que complica la situación es que el estrés aumenta el riesgo de problemas cardiovasculares. Según un estudio publicado en 2013 en el European Heart Journal, la probabilidad de que una persona estresada muera de un ataque al corazón es casi el doble que la de alguien que no sufre este tipo de tensión en la vida diaria. A esto se añade el hecho de que las personas estresadas, como ya hemos dicho, suelen adoptar hábitos poco saludables, con el uso frecuente de drogas, alcohol e ingestión de alimentos ricos en sodio, azúcar y grasas saturadas, enemigos de la salud del corazón.

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